viernes, 29 de octubre de 2010

El hombre bajo el paraguas


Así como el hombre sin letras escribe, camina el hombre bajo el paraguas.

Ansiosas manos recorriendo teclas con la delicadeza de Chopin; bellas melodías que traen recuerdos. Una habitación antes blanca, ahora gris, guarda silencio. El mundo es un fiel espectador: La almohada recostada, mostrando descaradamente sus senos, la lámpara de luz neón mirando morbosamente mis movimientos, el ropero susurrando.

¿Hace cuánto que no charlabas con fantasmas? Sí, con fantasmas, ¿o cómo llamar a aquello que es sólo ausencia, no-existencia, oquedad? Aún lo recuerdo. Solía charlar todo el tiempo con las manos en los bolsillos mientras caminaba. Acomodaba palabras disléxicas, desacomodaba oraciones tartamudas; y de vez en vez cantaba con los ojos.

El viento era todo. Las hojas sonrojadas por el otoño caían despacio mientras los perros jugaban cartas y las abejas volaban deprisa al trabajo. Y yo tomaba asiento debajo de un árbol, así de simple. ¿Acaso ahora todo es más complejo? Tan sólo tomar una fruta del huerto, extender la mano, tomarla, comerla, digerirla y volver a sembrar semillas.

Pero hay algo distinto, el reloj que no tengo se ha detenido, la gabardina que no he comprado ya se ha roto, en el espejo ausente me reflejo ¡y qué bello es el otro lado! Mirar caballos en vez de sillas, tocar colores en vez de fibras, sentir estrellas en vez de ostras. Mirar, mirar, ¡mirar!

Sí, aún lo recuerdo. La frágil línea desvanecida ante mis ojos, ni aquí ni allá, ni allá ni acá, todo en todos lados y todo en uno; sublime fantasía de verdades irrelevantes, pero tan reales… Tal vez la línea ya no existe otra vez. Bastará chuparme un dedo, llevarlo hacia el viento, ver qué tal se presenta el clima y, efectivamente, dejar de ser el loco al que las letras se le acaban, para volverme sólo un hombre caminando bajo el paraguas, en el frío aguacero de mi habitación.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Animal político


Nunca me he considerado un ser político. Ese zoon politikon del que tanto hablaba Aristóteles siempre me ha parecido un tanto distante. La mayoría de las veces creo ser más un animal sedentario que un animal social, sólo basta mirarme enclaustrado en las paredes de mi habitación, bajo una sabana de neblina melancólica que me produce una gran opresión en el pecho, pero que al mismo tiempo me llena los pulmones de un aire, por cierto, bastante extraño. Casi siempre la gente cree que soy un ser sumamente social; de bar en bar, de boca en boca, de vida en vida. Pero la verdad es que soy más solitario de lo que comúnmente cree la gente.

Hace algunos días estaba precisamente inmerso en mi computadora cuando recibí un correo electrónico con respecto a las fiestas patrias que se avecinan, una presentación Power Point de esas que tanto odio y la cual estoy seguro más de uno ya ha visto. La verdad es que me bastó con mirar el “asunto” para hacer lo que siempre hago con ese tipo de correos: dar clik en delet, pero esto del Bicentenario es bastante sugerente y la mercadotecnia hace bien su trabajo, así que termine abriendo el archivo. La presentación era una especie de sátira que enfatizaba las deficiencias de la situación política, económica y social de nuestro país, lanzando la moneda al aire con respecto a la reflexión de si, pese a todo lo que está ocurriendo en México actualmente debemos celebrar con orgullo el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución.

Algunas de las estadísticas que se muestran en el correo son las siguientes:

•México ocupa uno de los 40 primeros lugares en corrupción a nivel mundial.
•Ocupa el último nivel educativo de entre 57 países, según la Organización para el Desarrollo Económico.
•Lugar 95 de entre 146 países en protección ambiental.
•Obesidad: 1er lugar mundial en adultos, 2do lugar en niños.
•Segundo Lugar en delitos cibernéticos.
•Tercer lugar mundial en maltrato a menores.
•Primer lugar en secuestros.
•6to lugar a nivel mundial entre los países con mayor presencia de crimen organizado.

Pero lo que más llamó mi atención fue que al final de la presentación el autor hace una cordial invitación a no reenviar el correo ni hacer nada al respecto, ya que después de todo estamos entre los primeros países de Pasividad Poblacional, pero como este concepto me hizo bastante ruido decidí investigar un poco al respecto. Como tal no encontré una definición de Pasividad Poblacional, pero encontré la definición de población Pasiva. Se denomina población pasiva o inactiva a aquella que no participa en el proceso productivo de un país, es decir, todo aquel que no es “activamente productivo” (niños, ancianos, jubilados y desempleados), lo cual me hace preguntarme si yo, un ciudadano desempleado, con ciertas capacidades “creativas” que lo han llevado a redactar un par de locuras, pero inactivo laboralmente, soy entonces un ciudadano improductivo. Y es que ese es precisamente el problema, que al parecer dentro del marco de la legalidad el pensamiento no tiene ninguna utilidad. Es claro que vivimos en una nación utilitarista en la que sólo se da oportunidad a aquel que desempeñe un papel “práctico” dentro del ámbito capitalista, es por ello que las humanidades, las artes y el libre pensamiento se quedan detrás del telón. Pero no es mera coincidencia, un país que no piensa es un país más manipulable. Es por ello que a la gente le importa más prender la tele a la hora de la novela que abrir un buen libro o apoyar al Teletón en vez de hacer labor social. Todo reside en las bases de nuestra educación, en la cabeza de nuestras instituciones y de un gobierno al que no le conviene que el pueblo sepa y reflexione. Es por ello que desde pequeños nos enseñan a dejar de lado nuestra consciencia política, o más bien dicho, nos enseñan que tales menesteres se los debemos dejar a los expertos en el tema, aún si tales “expertos” son los que están derrumbando las naciones. Es por esa razón que algunos nos encerramos en nuestras habitaciones y rehuimos del mundo, nos encerramos en nosotros mismos aún si en alguna recóndita parte creemos que existe la esperanza de un México mejor, de un mundo mejor. Lo ideal sería salir, la cuestión es cómo.

Tal vez después de todo Aristóteles tenía razón, somos animales, pero animales que no existen sin lo otro, seres que habitamos en comunión, que conforman comunidades aferrándose a la necesidad de ser quienes son y que, efectivamente, tienen una postura, una forma de mirar el mundo, se den o no cuenta de ello; a veces sólo hace falta escuchar a los demás, otras basta recibir un correo con motivos del Bicentenario para notarlo. Así que como diría el anónimo escritor de la presentación Power Point, no hagamos nada y ¡A celebrar se ha dicho!, al fin y al cabo eso sí, los mexicanos somos bien pachangueros.

sábado, 21 de agosto de 2010

Auricular


Trago monedas. El auricular ha sido levantado.

Una boca cálida se acerca a mi boca. La voz es tierna, suave, casi melancólica. La mano es algo áspera, llena de callosidades pequeñas que inmediatamente relaciono con trabajo: maquiladora, tal vez alguna fábrica de telas.

A veces quisiera ser yo el que entabla la conversación. La conversación es todo un arte. Implica más que simples palabras brotando de labios burdos. Algunas personas escupen amor un par de veces, otras escupen sexo. En algunos casos hay tráfico de palabras reservadas, unos dicen lo que otros quieren, otros pagan por una buena información. En verdad es una red criminal bastante remunerada; si fuera por mí denunciaría tal operación, pero los teléfonos no establecen las leyes.

Me pregunto si las personas que hablan dicen exactamente lo que quieren decir. Es muy común escuchar un preludio de silencio, o en algunos casos, hasta un tartamudeo cuando alguien realiza una pregunta inapropiada, o cuando están por realizar una confesión de esas que bien podría excomulgar a cualquiera.
Hoy día ya no es lo mismo, realmente pocos se acercan. La tecnología nos ha vuelto obsoletos. Mucha gente pasa pretenciosamente mostrando el modelo de moda, como si esos pequeños aparatos fueran capaces de realizar una tarea tan importante. ¡Vaya verdadera mierda! El oficio más antiguo del mundo y se creen la gran cosa. Eso de comunicar ya es cosa de cualquiera.

He oído hablar a muchos: curas, ingenieros, vendedores ambulantes, enfermeras, y hasta algún maestro de filosofía de esos que siempre andan buscando trabajo. En alguna ocasión recuerdo haber escuchado acerca de la comunicación cibernética, ¿comunicación cibernética? Me imagino a dos robots torpes tratando de entablar una conversación a partir de algoritmos, concepto que, por cierto, aprendí de un matemático que venía todos los días para charlar con su novia. Pero supongo que es más complicado de lo que parece; todo es más complicado de lo que realmente parece.

¡Si tan sólo pudiera desprender los pies del asfalto! Seguramente caminaría sin detenerme. Daria un paseo por el parque, me sentaría en una banquita y tendría una buena charla con algún viejo; o tal vez caminaría por calzada de Tlalpan para conversar con una puta, seguro tendría que decir; o en último de los casos me iría de vacaciones, realmente es cansado esto de escuchar.

Pero no, estoy atado, o más bien dicho, atrapado en el mismo lugar de siempre y, lo peor de todo, con mucho que decir y sin nadie que quiera escuchar. Trago, trago ¡trago! Todo me lo trago, y a veces siento que me ahogo. Tal vez debería renunciar, tomar el cable que cuelga y enroscarlo por mi cuello rápidamente, antes de que alguien se de cuenta; pero soy cobarde, eso de colgarse del cable me parece cosa de valientes.
Un momento, creo que ya terminó (Silencio). ¿Pero entonces porque se queda ahí parada? (llanto). Está llorando, de nuevo llorando. Tranquila, niña, que ya pronto se secarán tus lágrimas entre lamentos y berridos. Cuando menos te des cuenta tu respiración se reincorporará, tomarás una gran bocanada de aire fresco y de nueva cuenta, como cada noche, volverás a llamar.

Y entonces tragaré de nuevo monedas, el maldito auricular será nuevamente levantado, y mientras llueve en las pálidas calles de la ciudad, mi existencia tendrá otra vez sentido.

-Bueno, ¿Rubén?

Y volvemos a empezar.

martes, 15 de junio de 2010

El error más grande

Como todo buen hombre, estulto y empedernido, tengo una lista de errores por nombrar.

Hablo demasiado.
Pienso demasiado.
Siento demasiado.
Y a veces no siento.

Como en exceso.
Duermo en exceso.
Vivo en exceso.
Y a veces no vivo.

Creo de más.
Creo de más a la gente.
Creo saber de más.
Creo que es posible saber.

Soy compulsivo.
Repito conductas.
Escribo en rítmica de verso.
Escribo cualquier cosa.

Soy pretencioso.
Soy egoísta.
Soy narcisista.
Y a veces no soy nada.

He dejado que me pasen por encima.
He pasado por encima a los demás.
He callado lo que debí haber dicho.
He hablado de más.

A veces olvido soñar.
Otras sueño demasiado.
A veces olvido mirar.
Otras observo.

Creo que el mundo es poco.
No me conformo.
Y me conformo.
A veces soy mediocre.

He herido con mi boca de daga.
He dejado que me hieran.
He matado con mis manos caricias.
Y me han matado también.

No se escuchar.
No se reír.
No se volar.
Y a veces hago todo lo contrario.

Vivo el mundo de cabeza.
No entiendo a la gente.
Ni quiero entenderla.
¿Ya mencione que soy narcisista?

Soy sínico.
Soy desvergonzado.
Soy inmoral.
Y a veces espantado.

He endulzado bocas.
Me han endulzado los oídos.
He amado.
¡Vaya que he amado!

He decepcionado a la gente.
He dejado que se vaya.
La he retenido cuando debe irse.
Me he decepcionado a mí.

No he sabido apreciar.
He apreciado de más.
No he sabido rechazar.
¡He rechazado mil veces!

Digo “si” demasiado.
Digo “no” demasiado.
Digo demasiado “tal vez”.
Y otras veces no decido.

Uso demasiado "siempre".
Uso demasiado "nunca".
Uso demasiado los conceptos.
Y los conceptos no son nada.

Vivo en el pasado.
Vivo en el futuro.
Vivo el presente.
Y entonces olvido todo lo demás.

Pienso que digo.
Siento que digo.
Y me quedo a veces sin palabras.


Creo no tener más errores.
Y a veces creo tener de más.
Pero el error más grande de todos,
Es reconocer la belleza
Irreductible del error.

Y entonces me vuelvo a equivocar.

domingo, 28 de febrero de 2010

El arte de soñar


Cae la noche, sueño. Mis pupilas caen al suelo lentamente. Soy reflejo del letargo, mis hermanas son las sombras y las ninfas van pasando. Y así me la llevo, soñando, y entre sueños pregunto: ¿Acaso sueño? ¿Acaso me sueño pensando? ¿O es tan sólo que pienso en el soñar? ¿Pienso que sueño o sueño que pienso? tal vez la vida es sólo un sueño…

El hombre siempre ha mostrado un profundo interés por lo onírico. Desde la antigüedad el mundo de los sueños ha sido de gran relevancia, de manera que las grandes civilizaciones antiguas daban un enorme peso a esta peculiar actividad, el mágico y misterioso arte de soñar. De esta manera podemos remitirnos a culturas antiguas como la griega, para la cual los sueños estaban enteramente relacionados con la capacidad de predecir el futuro, siendo el oráculo el personaje encargado decir los buenos o malos presagios, como que tan probable era ganar o perder una guerra. Para los egipcios el sueño era una forma de entablar comunicación con los dioses, de forma que algunos dedicaban gran parte de su tiempo al estudio de los sueños, como era el caso de los videntes. Estos pensaban que durante el sueño nuestros ojos están abiertos, siendo los sueños una forma de “conciencia” por medio de la cual recibimos la iluminación de los dioses. Otro ejemplo claro de la relevancia de los sueños en la antigüedad es la cultura Náhuatl. Para los Nauas todo tiene una carga onírica dentro de su filosofía. La vida es sólo un efímero sueño, lo único real en el mundo es lo que llamaban in xóchitl, in cuícatl, la “flor y el canto”, es decir, el arte y la poesía, siendo todo lo demás una mera ilusión, como bien nos lo dice Nezahualcóyotl en su poesía.

Ahora bien, si es verdad que se tienen vestigios bastante antiguos de que los sueños siempre han sido relevantes, la modernidad es una prueba fehaciente de que el interés por los sueños es vigente. Para Freud los sueños no son otra cosa que la manifestación de nuestros deseos y pulsiones, es decir, una manifestación de nuestro inconsciente. En su Interpretación de los sueños desarrolla todo un estudio acerca de lo realmente significativo que puede ser soñar. Si soñamos es debido a que en el mundo de los sueños podemos ser lo que no somos, tener lo que no tenemos o hacer lo que en la vigilia no seriamos capaces de hacer: ¿Quien no ha soñado con la chica pelirroja de la escuela, o que va desnudo al trabajo sin importar lo que diga su jefe, o que golpea al vecino odioso? ¿Quién no ha soñado alguna vez que vuela? Y si es de esta manera es precisamente porque los sueños forman un parte fundamental de nuestras vidas, de nuestros deseos y de nuestra forma de mirar el mundo.

Pero los sueños no sólo están en nosotros de forma pasiva, también nos toman y nos arrebatan creando reacciones, generando emociones y pensamientos dando paso a la creación. No es gratuito que grandes personajes de la historia hayan creado sus mas memorables obras como resultado del mundo onírico: Descartes y sus Meditaciones metafísicas, Bram Stoker y su Drácula, Calderón de la Barca y La vida es sueño; Cervantes y el Quijote, Sor Juana y su poesía, Goya y sus pinturas negras, Dalí y el surrealismo; y la lista continua. Todo producto del mágico mundo de los sueños. ¿Pero que es eso tan atractivo, tan enigmático y misterioso que tienen los sueños, que eleva nuestro espíritu y lo seduce? Un hombre sueña por que necesita soñar, porque necesita mirar otros mundos para entender el suyo, para entenderse a sí mismo. Si soñamos es precisamente porque podemos soñar, porque nuestra imaginación no tiene límites. Yo me pregunto que pasaría si no pudiéramos soñar; tal vez la noche no seria la misma, o tal vez tampoco lo seria el día, pues despiertos también soñamos; cuando caminamos por las calles pensando, mientras esperamos el autobús, escuchando música de fondo, mirando las nubes pasar. Soñamos, soñamos que soñamos para encontrarnos a nosotros mismos como Zaratustra lo hizo en las estrellas, para encontrar a Beatriz en el cielo y derribar molinos de viento en la tierra. Soñamos que cantamos, que reímos, que bailamos bajo la lluvia dando un beso enamorado. Soñamos porque los sueños nos regalan vida y muerte, porque en ellos somos dualidad, dragones de dos cabezas; porque en ellos somos seres fantásticos que se esconden en el bosque de las palabras, en el edén de las imágenes coloridas. ¿Por qué soñamos? Porque somos libres al soñar.

Hoy mismo estoy soñando. Sueño mientras cae la noche, mientras mis pupilas caen al suelo lentamente, mientras las ninfas van pasando, bellas letras caminando. Y así me la llevo, soñando, que vivo, que siento, que percibo; que miro, que oigo, que respiro, y al final hago todo a la vez. Soy lo que sueño, Soy porque sueño, y sólo entonces me percato: hoy sueño que escribo del soñar.*

Bibliografía.

* Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños. Alianza Editorial, Madrid, 1979.
* Martínez, José Luis. Nezahualcóyotl, vida y obra. FCE, México, 1972.

viernes, 15 de enero de 2010

Sísifo y el poder del mito


Podemos entender un mito como un relato de acontecimientos extraordinarios protagonizados por personajes fantásticos, sobrenaturales, casi mágicos, que define la tradición de un pueblo o región. De entre diversas posibles pretensiones, podemos decir que un mito tiene la función de dar una explicación “fantástica” respecto de algún acontecimiento histórico, de manera que pueda volver más accesible su conocimiento, ya sea de manera escrita u oral, en el entorno social y cultural de una región. Para ello el mito toma algunas figuras retóricas tales como la metáfora (de entre otras tantas) para tratar de dar una explicación a lo que no la tiene. De esta manera podemos decir que el mito es el primer vestigio que se tiene de un relato histórico, como ocurre con Homero y sus poemas Épicos. Por otro lado, podemos decir que otra de las funciones del mito es la de establecer un imperativo de carácter moral, religioso o social, dentro de una determinada cultura, como es el caso del mito de Adán y Eva.

Existen innumerables relatos míticos. Mitos como el de Gilgamesh o el mito de la creación, por mencionar algunos, son ejemplos claros de que el hombre siempre se ha visto en la necesidad de crear ese tipo de discurso. La cultura sumeria o la asiría, por ejemplo, ya utilizo este tipo de relato aún antes que los griegos, pero no podemos negar que la cultura griega ha sido de las mas creativas al respecto, de tal manera que hoy día sus mitos son vigentes.

En la mitología griega, Sísifo (Σίσυφος) fue fundador y rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto). Era hijo de Eolo y Enarete, y marido de Mérope. Se cree que era un hombre que impulsó algunas actividades en Corinto tales como el comercio y la navegación, pero de igual manera se le tiene como un hombre avariento y mentiroso, no por ello menos astuto. Según el mito, en una ocasión Sísifo rapto a la ninfa Egina con la finalidad de sobornar a su padre, Asopo. El trato era hacerle una fuente cristalina en el centro de su ciudad a cambio de ayudarle liberar a su hija, a la cual dijo engañosamente tener presa Zeus, dios del olimpo. Al enterarse de esto, Zeus enfurecido ordenó a Tánatos (dios de la muerte) a mandar a los infiernos al rey de Corinto. Antes de partir al inframundo, Sísifo astutamente lo invito con engaños a entrar por una puerta y lo aprisionó en un calabozo, lo que trajo como consecuencia que la gente dejara de morir por un tiempo –cuestión que por cierto me remite a la novela Las intermitencias de la muerte de José Saramago, la cual recomiendo-. Hades preocupado porque el inframundo dejó de recibir nuevas almas con las cuales enriquecer sus tierras, acudió a su hermano Zeus, el cual envió a Ares (dios de la guerra) a liberar al cautivo. Tánatos al ser liberado, obligo esta vez a Sísifo a ir al inframundo, pero antes de esto tuvo la oportunidad de decirle a su esposa que no lo enterrase ni le hiciera actos fúnebres. Sin comprender por qué la mujer obedeció. En los infiernos, Sísifo se lamentaba día y noche quejándose de no haber tenido horas fúnebres, rogándole a Tánatos que lo dejara volver a la superficie para castigar a su mujer por tanta necedad. Desesperado de escuchar tantos lamentos, Tánatos cedió y le concedió retornar al mundo de los mortales por un tiempo. Pero no habiendo pasado mucho tiempo de su retorno al mundo de los vivos, Sísifo se escondió en la tierra tomando rumbos lejanos para que no lo pudiesen encontrar. De esta manera pasaron muchos años, pero un día, siendo ya viejo, se canso de escapar de la muerte yendo de un lugar a otro, por lo que se dejo atrapar siendo llevado de nuevo al inframundo. Hades, que nunca olvidó tal desobediencia, impuso un severo castigo al infractor. Tenia que ser una tarea que no le permitiera tener un instante libre para volver a escapar de sus redes: cargar una enorme piedra cuesta arriba de una inmensa montaña, de manera que al llegar a la cima se le escapara de las manos cayendo, teniendo que volverla a subir una y otra vez por toda la eternidad, en un ritual repetitivo y absurdo.

¿Mera casualidad? ¿Coincidencia? ¿Será acaso que el mito de Sísifo es una mera invención sin sentido, un mero relato sin ninguna intención? Es difícil creerlo tomando en cuenta que el mito siempre tiene pretensiones mas profundas. En primera instancia el mensaje es claro, Sísifo, un simple mortal, tuvo el atrevimiento de desafiar a los dioses: aquel que osa desobedecer el mandato divino será castigado, imperativo por cierto muy cercano al del mito de la creación. De esta manera podemos decir que una de las funciones de este mito es la de establecer un imperativo de orden religioso. Pero ¿este será el único trasfondo del mito? No es gratuito que pensadores de la altura de Albert Camus o Nietzsche hayan sido seducidos por el mito de Sísifo. En su texto El mito de Sísifo, Camus plantea la idea del hombre absurdo, es decir, aquel que es completamente consciente de la ineficacia de su vida, única cuestión que le permite desligarse de la fe religiosa, lo que lo lleva a la auténtica libertad al menos de manera momentánea, pues tal como Sísifo, los hombres sólo son libres en el momento que se liberan un instante de la piedra al pie de la cima. Por otro lado cabría preguntarse si el eterno retorno de Nietzsche planteado en su Zaratustra no es producto de una profunda reflexión del mito de Sísifo: el hombre sólo alcanza la plenitud (afirmación de la vida) cuando es consciente de que el tiempo es una mera ilusión, pues todo ocurre en el portal del instante, aquella línea delgada en donde ya se fue pero aún no se ha sido, de manera que lo mismo retorna eternamente, o para ser mas precisos, nunca deja de ser.

Sin duda las anteriores son tesis interesantes. ¿Pero no será que tal vez todo se resuma a que aquello que el hombre busca de manera incansable, el conocimiento, le es completamente inaccesible? Tal vez el mito de Sísifo podría resumirse a ser una metáfora de la incapacidad del hombre por alcanzar la verdad, o lo que al menos entiende por esto; ¿después de todo no acaso todos llevamos una piedra en las espaldas? Si asumimos que somos seres históricos inmersos en un ambiente socio-cultural determinado, podemos decir que estamos condenados a cargar un determinado numero de condiciones que limitan nuestra capacidad no sólo de mirar el mundo, sino de conocerlo. En este sentido el problema se resume, como ocurre con otros tantos, a un conflicto de carácter epistémico. ¿Pero que seria del hombre sin nada que cargar? Tal vez la condena no es tan nefasta después de todo, si cargamos algo en la espalda (historia, cultura, pasado) es porque de alguna manera es necesario; de alguna manera esa piedra en la espalda nos da motivos, nos da razones, da sentido nuestras vidas; de algún modo somos lo que fuimos, aún si no fuimos nosotros mismos los que vivimos el pasado. ¿Absurdo? Seguramente, sólo un ser tan enigmático como el hombre encuentra en lo absurdo un consuelo, ya nos lo dice Camus, ¿Pero ello implica entonces que no somos libres? ¿Acaso estamos condenados a lo inaccesible, a las cadenas de lo incognoscible por la eternidad? Tal vez en ello reside precisamente nuestra libertad, en percibir que todos somos Sísifo subiendo una y otra vez por la misma pendiente tratando de alcanzar la luna en una noche estrellada, tan sólo para descubrir al final que no hay camino, sino que el camino, como lo dice la canción, sólo se hace al andar.*

Bibliografía.

• Camus, Albert. El mito de Sísifo. Losada, Buenos Aires, 2005.
• Nietzsche, Friedrich. Así hablo Zaratustra; introducción, traducción y notas Andrés Sánchez Pascual. Alianza, Madrid, 1972.
• Dunham, Barrows. El hombre contra el mito: Estructura de las supersticiones sociales y políticas; traducción Federico Waisman. Leviatán, Buenos aires , 1956.