viernes, 15 de enero de 2010

Sísifo y el poder del mito


Podemos entender un mito como un relato de acontecimientos extraordinarios protagonizados por personajes fantásticos, sobrenaturales, casi mágicos, que define la tradición de un pueblo o región. De entre diversas posibles pretensiones, podemos decir que un mito tiene la función de dar una explicación “fantástica” respecto de algún acontecimiento histórico, de manera que pueda volver más accesible su conocimiento, ya sea de manera escrita u oral, en el entorno social y cultural de una región. Para ello el mito toma algunas figuras retóricas tales como la metáfora (de entre otras tantas) para tratar de dar una explicación a lo que no la tiene. De esta manera podemos decir que el mito es el primer vestigio que se tiene de un relato histórico, como ocurre con Homero y sus poemas Épicos. Por otro lado, podemos decir que otra de las funciones del mito es la de establecer un imperativo de carácter moral, religioso o social, dentro de una determinada cultura, como es el caso del mito de Adán y Eva.

Existen innumerables relatos míticos. Mitos como el de Gilgamesh o el mito de la creación, por mencionar algunos, son ejemplos claros de que el hombre siempre se ha visto en la necesidad de crear ese tipo de discurso. La cultura sumeria o la asiría, por ejemplo, ya utilizo este tipo de relato aún antes que los griegos, pero no podemos negar que la cultura griega ha sido de las mas creativas al respecto, de tal manera que hoy día sus mitos son vigentes.

En la mitología griega, Sísifo (Σίσυφος) fue fundador y rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto). Era hijo de Eolo y Enarete, y marido de Mérope. Se cree que era un hombre que impulsó algunas actividades en Corinto tales como el comercio y la navegación, pero de igual manera se le tiene como un hombre avariento y mentiroso, no por ello menos astuto. Según el mito, en una ocasión Sísifo rapto a la ninfa Egina con la finalidad de sobornar a su padre, Asopo. El trato era hacerle una fuente cristalina en el centro de su ciudad a cambio de ayudarle liberar a su hija, a la cual dijo engañosamente tener presa Zeus, dios del olimpo. Al enterarse de esto, Zeus enfurecido ordenó a Tánatos (dios de la muerte) a mandar a los infiernos al rey de Corinto. Antes de partir al inframundo, Sísifo astutamente lo invito con engaños a entrar por una puerta y lo aprisionó en un calabozo, lo que trajo como consecuencia que la gente dejara de morir por un tiempo –cuestión que por cierto me remite a la novela Las intermitencias de la muerte de José Saramago, la cual recomiendo-. Hades preocupado porque el inframundo dejó de recibir nuevas almas con las cuales enriquecer sus tierras, acudió a su hermano Zeus, el cual envió a Ares (dios de la guerra) a liberar al cautivo. Tánatos al ser liberado, obligo esta vez a Sísifo a ir al inframundo, pero antes de esto tuvo la oportunidad de decirle a su esposa que no lo enterrase ni le hiciera actos fúnebres. Sin comprender por qué la mujer obedeció. En los infiernos, Sísifo se lamentaba día y noche quejándose de no haber tenido horas fúnebres, rogándole a Tánatos que lo dejara volver a la superficie para castigar a su mujer por tanta necedad. Desesperado de escuchar tantos lamentos, Tánatos cedió y le concedió retornar al mundo de los mortales por un tiempo. Pero no habiendo pasado mucho tiempo de su retorno al mundo de los vivos, Sísifo se escondió en la tierra tomando rumbos lejanos para que no lo pudiesen encontrar. De esta manera pasaron muchos años, pero un día, siendo ya viejo, se canso de escapar de la muerte yendo de un lugar a otro, por lo que se dejo atrapar siendo llevado de nuevo al inframundo. Hades, que nunca olvidó tal desobediencia, impuso un severo castigo al infractor. Tenia que ser una tarea que no le permitiera tener un instante libre para volver a escapar de sus redes: cargar una enorme piedra cuesta arriba de una inmensa montaña, de manera que al llegar a la cima se le escapara de las manos cayendo, teniendo que volverla a subir una y otra vez por toda la eternidad, en un ritual repetitivo y absurdo.

¿Mera casualidad? ¿Coincidencia? ¿Será acaso que el mito de Sísifo es una mera invención sin sentido, un mero relato sin ninguna intención? Es difícil creerlo tomando en cuenta que el mito siempre tiene pretensiones mas profundas. En primera instancia el mensaje es claro, Sísifo, un simple mortal, tuvo el atrevimiento de desafiar a los dioses: aquel que osa desobedecer el mandato divino será castigado, imperativo por cierto muy cercano al del mito de la creación. De esta manera podemos decir que una de las funciones de este mito es la de establecer un imperativo de orden religioso. Pero ¿este será el único trasfondo del mito? No es gratuito que pensadores de la altura de Albert Camus o Nietzsche hayan sido seducidos por el mito de Sísifo. En su texto El mito de Sísifo, Camus plantea la idea del hombre absurdo, es decir, aquel que es completamente consciente de la ineficacia de su vida, única cuestión que le permite desligarse de la fe religiosa, lo que lo lleva a la auténtica libertad al menos de manera momentánea, pues tal como Sísifo, los hombres sólo son libres en el momento que se liberan un instante de la piedra al pie de la cima. Por otro lado cabría preguntarse si el eterno retorno de Nietzsche planteado en su Zaratustra no es producto de una profunda reflexión del mito de Sísifo: el hombre sólo alcanza la plenitud (afirmación de la vida) cuando es consciente de que el tiempo es una mera ilusión, pues todo ocurre en el portal del instante, aquella línea delgada en donde ya se fue pero aún no se ha sido, de manera que lo mismo retorna eternamente, o para ser mas precisos, nunca deja de ser.

Sin duda las anteriores son tesis interesantes. ¿Pero no será que tal vez todo se resuma a que aquello que el hombre busca de manera incansable, el conocimiento, le es completamente inaccesible? Tal vez el mito de Sísifo podría resumirse a ser una metáfora de la incapacidad del hombre por alcanzar la verdad, o lo que al menos entiende por esto; ¿después de todo no acaso todos llevamos una piedra en las espaldas? Si asumimos que somos seres históricos inmersos en un ambiente socio-cultural determinado, podemos decir que estamos condenados a cargar un determinado numero de condiciones que limitan nuestra capacidad no sólo de mirar el mundo, sino de conocerlo. En este sentido el problema se resume, como ocurre con otros tantos, a un conflicto de carácter epistémico. ¿Pero que seria del hombre sin nada que cargar? Tal vez la condena no es tan nefasta después de todo, si cargamos algo en la espalda (historia, cultura, pasado) es porque de alguna manera es necesario; de alguna manera esa piedra en la espalda nos da motivos, nos da razones, da sentido nuestras vidas; de algún modo somos lo que fuimos, aún si no fuimos nosotros mismos los que vivimos el pasado. ¿Absurdo? Seguramente, sólo un ser tan enigmático como el hombre encuentra en lo absurdo un consuelo, ya nos lo dice Camus, ¿Pero ello implica entonces que no somos libres? ¿Acaso estamos condenados a lo inaccesible, a las cadenas de lo incognoscible por la eternidad? Tal vez en ello reside precisamente nuestra libertad, en percibir que todos somos Sísifo subiendo una y otra vez por la misma pendiente tratando de alcanzar la luna en una noche estrellada, tan sólo para descubrir al final que no hay camino, sino que el camino, como lo dice la canción, sólo se hace al andar.*

Bibliografía.

• Camus, Albert. El mito de Sísifo. Losada, Buenos Aires, 2005.
• Nietzsche, Friedrich. Así hablo Zaratustra; introducción, traducción y notas Andrés Sánchez Pascual. Alianza, Madrid, 1972.
• Dunham, Barrows. El hombre contra el mito: Estructura de las supersticiones sociales y políticas; traducción Federico Waisman. Leviatán, Buenos aires , 1956.