domingo, 28 de febrero de 2010

El arte de soñar


Cae la noche, sueño. Mis pupilas caen al suelo lentamente. Soy reflejo del letargo, mis hermanas son las sombras y las ninfas van pasando. Y así me la llevo, soñando, y entre sueños pregunto: ¿Acaso sueño? ¿Acaso me sueño pensando? ¿O es tan sólo que pienso en el soñar? ¿Pienso que sueño o sueño que pienso? tal vez la vida es sólo un sueño…

El hombre siempre ha mostrado un profundo interés por lo onírico. Desde la antigüedad el mundo de los sueños ha sido de gran relevancia, de manera que las grandes civilizaciones antiguas daban un enorme peso a esta peculiar actividad, el mágico y misterioso arte de soñar. De esta manera podemos remitirnos a culturas antiguas como la griega, para la cual los sueños estaban enteramente relacionados con la capacidad de predecir el futuro, siendo el oráculo el personaje encargado decir los buenos o malos presagios, como que tan probable era ganar o perder una guerra. Para los egipcios el sueño era una forma de entablar comunicación con los dioses, de forma que algunos dedicaban gran parte de su tiempo al estudio de los sueños, como era el caso de los videntes. Estos pensaban que durante el sueño nuestros ojos están abiertos, siendo los sueños una forma de “conciencia” por medio de la cual recibimos la iluminación de los dioses. Otro ejemplo claro de la relevancia de los sueños en la antigüedad es la cultura Náhuatl. Para los Nauas todo tiene una carga onírica dentro de su filosofía. La vida es sólo un efímero sueño, lo único real en el mundo es lo que llamaban in xóchitl, in cuícatl, la “flor y el canto”, es decir, el arte y la poesía, siendo todo lo demás una mera ilusión, como bien nos lo dice Nezahualcóyotl en su poesía.

Ahora bien, si es verdad que se tienen vestigios bastante antiguos de que los sueños siempre han sido relevantes, la modernidad es una prueba fehaciente de que el interés por los sueños es vigente. Para Freud los sueños no son otra cosa que la manifestación de nuestros deseos y pulsiones, es decir, una manifestación de nuestro inconsciente. En su Interpretación de los sueños desarrolla todo un estudio acerca de lo realmente significativo que puede ser soñar. Si soñamos es debido a que en el mundo de los sueños podemos ser lo que no somos, tener lo que no tenemos o hacer lo que en la vigilia no seriamos capaces de hacer: ¿Quien no ha soñado con la chica pelirroja de la escuela, o que va desnudo al trabajo sin importar lo que diga su jefe, o que golpea al vecino odioso? ¿Quién no ha soñado alguna vez que vuela? Y si es de esta manera es precisamente porque los sueños forman un parte fundamental de nuestras vidas, de nuestros deseos y de nuestra forma de mirar el mundo.

Pero los sueños no sólo están en nosotros de forma pasiva, también nos toman y nos arrebatan creando reacciones, generando emociones y pensamientos dando paso a la creación. No es gratuito que grandes personajes de la historia hayan creado sus mas memorables obras como resultado del mundo onírico: Descartes y sus Meditaciones metafísicas, Bram Stoker y su Drácula, Calderón de la Barca y La vida es sueño; Cervantes y el Quijote, Sor Juana y su poesía, Goya y sus pinturas negras, Dalí y el surrealismo; y la lista continua. Todo producto del mágico mundo de los sueños. ¿Pero que es eso tan atractivo, tan enigmático y misterioso que tienen los sueños, que eleva nuestro espíritu y lo seduce? Un hombre sueña por que necesita soñar, porque necesita mirar otros mundos para entender el suyo, para entenderse a sí mismo. Si soñamos es precisamente porque podemos soñar, porque nuestra imaginación no tiene límites. Yo me pregunto que pasaría si no pudiéramos soñar; tal vez la noche no seria la misma, o tal vez tampoco lo seria el día, pues despiertos también soñamos; cuando caminamos por las calles pensando, mientras esperamos el autobús, escuchando música de fondo, mirando las nubes pasar. Soñamos, soñamos que soñamos para encontrarnos a nosotros mismos como Zaratustra lo hizo en las estrellas, para encontrar a Beatriz en el cielo y derribar molinos de viento en la tierra. Soñamos que cantamos, que reímos, que bailamos bajo la lluvia dando un beso enamorado. Soñamos porque los sueños nos regalan vida y muerte, porque en ellos somos dualidad, dragones de dos cabezas; porque en ellos somos seres fantásticos que se esconden en el bosque de las palabras, en el edén de las imágenes coloridas. ¿Por qué soñamos? Porque somos libres al soñar.

Hoy mismo estoy soñando. Sueño mientras cae la noche, mientras mis pupilas caen al suelo lentamente, mientras las ninfas van pasando, bellas letras caminando. Y así me la llevo, soñando, que vivo, que siento, que percibo; que miro, que oigo, que respiro, y al final hago todo a la vez. Soy lo que sueño, Soy porque sueño, y sólo entonces me percato: hoy sueño que escribo del soñar.*

Bibliografía.

* Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños. Alianza Editorial, Madrid, 1979.
* Martínez, José Luis. Nezahualcóyotl, vida y obra. FCE, México, 1972.