lunes, 26 de marzo de 2012

Aves

Justo en la orilla del parpado, en espera de un ligero apretón, paralizadas como cristales, yacen las gotas saldas de mis ojos. Aprieto los puños en medio del vacío de la espera solitaria. Presiono fuertes las mandíbulas y las pestañas en busca de alguna señal de vida, pero mis ojos ya son dos piedras, dos flores secas que no dan más polen.

El mundo pasa en un segundo ante mi rostro. Los bares de mala muerte, el sexo pasajero, las drogas, los corazones rotos. Y en el tibio consuelo de tus dedos cruzando los míos me recuerdo como un ser frágil y bondadoso.

Tejo en el aire desiertos, las palabras se construyen del más puro aliento, como casuchas que derriba el aire fácil. Pero mis ansias locas de plasmar al mundo en un papel son mucho más. Ella miró de cerca la desnudez de mi alma triste y pasajera, pero apasionada. En mis labios bebió del néctar de mis sueños y creció como el rizoma en mis brazos. Hoy somos aves.

Y por más que queramos aferrarnos a la tierra, por más que el huerto nos reclame, ya nuestras manos alas son. Volemos, emprendamos el viaje por rumbos distintos, tan sólo para ver qué es lo que pasa; y si en dado caso el viento nos encara de nuevo, seremos un pájaro de dos cabezas, en medio de un cielo de brillantes estrellas.