miércoles, 11 de septiembre de 2013

Sinestesia

Trompetas de colores y ojos abiertos. La pupila se dilata y, como queriendo pasar, una gota salada lubrica el globo gelatinoso y jadeante.

El lenguaje de los sueños, ese en donde los patrones son irrelevantes, abre paso al mundo como un caballero errante que busca encontrar a su princesa. La realidad, un gran escudero y amigo, también se me presenta, pero no en forma de niño ni camello, es un gato caminando de puntitas en la orilla de la cama, o tal vez en la silla posando, lamiéndose con gozo los bigotes.

Sí, lo decido. Tomo el calendario y en vez de meses pongo nombres milenarios a las cosas. A pesar de que la narración es buena, las grietas y oquedades del libreto son notorias; al caballo nombro loro con trompa y yo soy alebrije que camina entre sueños. ¿Despierto?

Hace mucho que no abría los ojos con la pluma en la mano, chorreando gotas de mundos fantasiosos, manchando espacios con sonoridades y otros menesteres sinestésicos. Y me gusta. Ahora quiero morir de nuevo en vida, sólo para poder la hoja dejar, pues nunca es buen soñador de letras, quien no se deja por el sueño arrebatar.