La escalera al cielo
cayó de pronto. Tus ojos, dos perlas en el fondo del mar, se desvanecieron en
los ojos de otro; tus manos, terciopelo que trepaba por mi cuerpo, se perdieron
en el camino; tu boca…
Es hora de
emprender el vuelo, siempre he sido un ave que corta sus alas para que le
salgan nuevas. Hoy las arranco como el depredador que devora su presa, para
verlas crecer de raíz al firmamento, donde alguna vez jugué a ser una estrella.
Pasó de nuevo, la
historia quedó incompleta, ¿pero qué más completo se puede ser cuando se ama a
partir de uno mismo, en la entrega voraz e inquieta, sin esperar nada de nadie,
sin buscar una respuesta?
Un escalofrío
recorre mi cuerpo, las letras brotan como gotas de la fuente, y en la oscuridad
perpetua, en el abismo en que me hundo, escucho tu voz discreta: Te amo, dicen
tus labios, y tus ojos, y tus manos; pero ya no hay manos, ni ojos ni boca,
sólo vestigios de la historia más profunda, del cuento más efímero y bello, del
sueño más hermoso que pude tener.
La escalera cayó de
pronto, y al sonido del reloj que no se interrumpe, decido emprender el vuelo
otra vez.
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