domingo, 12 de septiembre de 2010

Animal político


Nunca me he considerado un ser político. Ese zoon politikon del que tanto hablaba Aristóteles siempre me ha parecido un tanto distante. La mayoría de las veces creo ser más un animal sedentario que un animal social, sólo basta mirarme enclaustrado en las paredes de mi habitación, bajo una sabana de neblina melancólica que me produce una gran opresión en el pecho, pero que al mismo tiempo me llena los pulmones de un aire, por cierto, bastante extraño. Casi siempre la gente cree que soy un ser sumamente social; de bar en bar, de boca en boca, de vida en vida. Pero la verdad es que soy más solitario de lo que comúnmente cree la gente.

Hace algunos días estaba precisamente inmerso en mi computadora cuando recibí un correo electrónico con respecto a las fiestas patrias que se avecinan, una presentación Power Point de esas que tanto odio y la cual estoy seguro más de uno ya ha visto. La verdad es que me bastó con mirar el “asunto” para hacer lo que siempre hago con ese tipo de correos: dar clik en delet, pero esto del Bicentenario es bastante sugerente y la mercadotecnia hace bien su trabajo, así que termine abriendo el archivo. La presentación era una especie de sátira que enfatizaba las deficiencias de la situación política, económica y social de nuestro país, lanzando la moneda al aire con respecto a la reflexión de si, pese a todo lo que está ocurriendo en México actualmente debemos celebrar con orgullo el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución.

Algunas de las estadísticas que se muestran en el correo son las siguientes:

•México ocupa uno de los 40 primeros lugares en corrupción a nivel mundial.
•Ocupa el último nivel educativo de entre 57 países, según la Organización para el Desarrollo Económico.
•Lugar 95 de entre 146 países en protección ambiental.
•Obesidad: 1er lugar mundial en adultos, 2do lugar en niños.
•Segundo Lugar en delitos cibernéticos.
•Tercer lugar mundial en maltrato a menores.
•Primer lugar en secuestros.
•6to lugar a nivel mundial entre los países con mayor presencia de crimen organizado.

Pero lo que más llamó mi atención fue que al final de la presentación el autor hace una cordial invitación a no reenviar el correo ni hacer nada al respecto, ya que después de todo estamos entre los primeros países de Pasividad Poblacional, pero como este concepto me hizo bastante ruido decidí investigar un poco al respecto. Como tal no encontré una definición de Pasividad Poblacional, pero encontré la definición de población Pasiva. Se denomina población pasiva o inactiva a aquella que no participa en el proceso productivo de un país, es decir, todo aquel que no es “activamente productivo” (niños, ancianos, jubilados y desempleados), lo cual me hace preguntarme si yo, un ciudadano desempleado, con ciertas capacidades “creativas” que lo han llevado a redactar un par de locuras, pero inactivo laboralmente, soy entonces un ciudadano improductivo. Y es que ese es precisamente el problema, que al parecer dentro del marco de la legalidad el pensamiento no tiene ninguna utilidad. Es claro que vivimos en una nación utilitarista en la que sólo se da oportunidad a aquel que desempeñe un papel “práctico” dentro del ámbito capitalista, es por ello que las humanidades, las artes y el libre pensamiento se quedan detrás del telón. Pero no es mera coincidencia, un país que no piensa es un país más manipulable. Es por ello que a la gente le importa más prender la tele a la hora de la novela que abrir un buen libro o apoyar al Teletón en vez de hacer labor social. Todo reside en las bases de nuestra educación, en la cabeza de nuestras instituciones y de un gobierno al que no le conviene que el pueblo sepa y reflexione. Es por ello que desde pequeños nos enseñan a dejar de lado nuestra consciencia política, o más bien dicho, nos enseñan que tales menesteres se los debemos dejar a los expertos en el tema, aún si tales “expertos” son los que están derrumbando las naciones. Es por esa razón que algunos nos encerramos en nuestras habitaciones y rehuimos del mundo, nos encerramos en nosotros mismos aún si en alguna recóndita parte creemos que existe la esperanza de un México mejor, de un mundo mejor. Lo ideal sería salir, la cuestión es cómo.

Tal vez después de todo Aristóteles tenía razón, somos animales, pero animales que no existen sin lo otro, seres que habitamos en comunión, que conforman comunidades aferrándose a la necesidad de ser quienes son y que, efectivamente, tienen una postura, una forma de mirar el mundo, se den o no cuenta de ello; a veces sólo hace falta escuchar a los demás, otras basta recibir un correo con motivos del Bicentenario para notarlo. Así que como diría el anónimo escritor de la presentación Power Point, no hagamos nada y ¡A celebrar se ha dicho!, al fin y al cabo eso sí, los mexicanos somos bien pachangueros.