domingo, 8 de enero de 2012

Abeja


Me mezclo entre letras ajenas, abejas sacudiendo mi cabeza tras la miel.

Por un lado, las figuras me seducen los ojos, me enloquecen las manos. Por otro, recuerdo viejos amores. En otro fumo sombras y huelo a hierba mojada.

Hay otro lado, en el que estás tú. Ese lado es más peculiar, no requiere muchas metáforas ni alegorías, lo que siento por ti es literal, se hunde fuerte en mi pecho y evanesce como la niebla nocturna.

−La vida ya es un sueño−, digo con los labios fríos. Y las palabras me acogen cálidas, embriagantes. Notas musicales por un lado; por otro, amapolas floreciendo. En uno me leen como un libro, en otro soy sólo un recuerdo. Todos los sentidos son un sentido: no hay sentido como tal. El sentido se distorsiona con el ímpetu de las miradas, con la palabra menos esperada, con el tirar de los dados.

Mi alma sonríe entre canciones, ayeres jóvenes se presentan; la tinta ya no existe en la pantalla y cito tras la ventana poetas. Mi boca calla y las letras, fieles compañeras, me sinceran ante ti. Me cantan las musas, extraña marea de tus palabras que enloquece, que me hace sentir que aún sientes las brasas, y la piel quedando muda.

Como el polen a las abejas, así es mi amor por las letras. Robo un par de frases, tomo un suspiro, entre tus signos enloquezco y me pierdo en el destino. Pero el espíritu es aún más poderoso, rompe toda estructura, fragmenta y diluye. Justo ahora me disuelvo entre palabras, me derrito y me vierto en nuevas formas, para encontrarme de nuevo como en una sopa de letras en la que no existen sílabas poéticas ni sílabas tónicas, sólo el maravilloso tono del teléfono con tu voz a un costado.

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